En Génesis 1-2 vemos el plan original de Dios para el hombre -hecho a su imagen y semejanza, bendecido para fructificar y multiplicarse, y encargado de ir, someter la tierra y gobernar en su nombre. Caminamos con Él en el frescor del día, le miramos a los ojos, comemos del Árbol de su vida...le conocemos. Y Él nos conoce. En hebreo, esto es yada, y en griego, ginosko:conocer, conocer profundamente. Íntimamente. Experimentar. Es la comunión. Es donde nos convertimos en uno. Es cercano e íntimo. Esta conexión tan importante se rompió en Génesis 3 y todo empezó a desentrañarse. Estábamos desconectados... de Dios, de nuestra misión, incluso de nosotros mismos. Pero Jesús vino a reconectarnos en todos los sentidos. Siguiéndole, nos encontramos en la mejor relación que jamás hemos tenido, conectados de nuevo en comunidad y alineados con su propósito misionero: establecer el Reino de los Cielos en la Tierra.